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Basta un segundo, uno sólo, para que la euforia de la ilusión se transforme en una tristeza más. Es una verdad antipática sí, pero dolorosamente familiar.

Hasta ahora se han jugado 16.800 segundos: la primera ronda de los cuadrangulares se cerró con un Santa Fe sólido. Un equipo que dejó certezas, tanto en su funcionamiento, como en su disposición. Un equipo que logró el ideal de los puntos. Y sí, un equipo que ganó el derecho de luchar hasta la última fecha por esa final soñada.

Santa Fe tuvo efectividad para concretar las opciones que tuvo y serenidad para defender las ventajas que consiguió. Además, supo reponerse de estar dos veces abajo en el marcador frente a un rival como Equidad, que pega más patadas que un bebé en la panza de una madre primeriza, para rescatar un empate que puede el diferencial más adelante. 

Jugadores y cuerpo técnico entendieron la forma en la que hay que afrontar unas semifinales, que repito, no premian al que mejor juega sino al que menos se equivoca. Los tres partidos fueron cerrados, con pocas opciones, acumulación de gente en mitad de cancha, lucha por doquier y poco juego asociado.

Es destacable cómo el cuerpo técnico estudió e invalidó a los rivales con movimientos tácticos. Por ejemplo, la sorpresiva línea de tres, utilizada por primera vez en 20 partidos, se explica en un sólo nombre: Cleyder Alzate. El motor de Itagüí se posiciona por derecha (izquierda en defensa) y ahí nacen las jugadas de ataque. El DT de Santa Fe optó por reducirlo al uno a uno con Julián Quiñónes y Germán Centurión, el resultado: salió extenuado en el primer tiempo.

En cada detalle táctico, en cada planteamiento y, sobre todo, en el compromiso de los jugadores para desarrollarlo en la cancha se nota la disposición común para lograr lo que miles sólo podemos por ahora soñar, pero falta mucho aún. De nuevo, es una realidad bastante antipática, como casi todas en la vida.

El actual escenario de Santa Fe es, si se quiere, el más complejo. Los jugadores deben manejar ese momento donde la ilusión obnubila y le pone neblina al camino. Ahora, el reto es hacer lo que han hecho durante todo el semestre: ganar en El Campín; claro con otra connotación. Esta vez se trata de cerrar un círculo que está abierto desde 2010.

Es tiempo del famoso ‘canto de sirenas’: esos periodistas que dan al equipo por finalista (y hasta campeón) para luego frotarse las manos con más tráfico y audiencia en sus medios, mientras esperan que todo se derrumbe, riéndose de la ilusión de la hinchada, como hacían las sirenas con los piratas, como siempre.

El hincha, si quiere, puede decir y pensar lo que quiera. Cada quien es dueño de sus ilusiones y sus certezas. Jugadores y cuerpo técnico tienen que entender que su mente tiene que estar en cada entrenamiento, en cada momento, en cada segundo.

Si algo nos ha enseñado estos años de cercanía es que en un segundo un delantero se puede inspirar y clavarla en un ángulo, o un juez de línea puede convalidar un gol en fuera de lugar o pitar un penal infame, esa parte dolorosa también hace parte de esta ilusión. Y eso tienen que enfrentar los jugadores, con concentración y fútbol.

Así son las finales: un cúmulo de segundos. Un compilado de pequeños momentos, que pueden llevar a la gloria o pueden echar a la borda el esfuerzo de un grupo de jugadores y un cuerpo técnico que se ha dedicado, este semestre, a superar obstáculos con un juego y una valentía admirable.

Por ahora, faltan 16.800 segundos para lograr el segundo gran objetivo. Mucho.

Por: William Rincón