camilovargasterra

En 4 meses Santa Fe ha jugado 28 partidos. Viajó a Perú, Brasil y Argentina. En 4 ocasiones tuvo que jugar dos partidos en la misma semana. Y pensar que aún faltan 180 minutos (más adiciones) de lucha, para ganar la guerra.

Son cifras, frías cifras que no reflejan todo lo que ha tenido que vivir el plantel de jugadores de Santa Fe este anecdótico segundo semestre de 2011. El equipo estuvo contra las cuerdas, a punto de ser noqueado, por los menos 3 veces. 

En la segunda ronda de la Suramericana corría el minuto 25 y la derrota era injusta ante al Cali: clasificación agónica por penaltis. En Liniers todo presagiaba el desastre y terminó con una demostración de entereza y sobre todo, de convicción futbolística. En el clásico faltaban segundos para empatar un partido deslucido, y Camilo Vargas generó una alegría (por fin) que merecía todo lo que rodea a este equipo.  

Tres batallas. Una en septiembre, una en octubre y otra en noviembre. Y Santa fe sigue en pie de lucha en diciembre. Sigue en carrera por la victoria anhelada y lo hace con argumentos sólidos, pero sin explotar al máximo todo su potencial futbolístico -ese que mostró en aquellos memorables 45 minutos en Argentina-.

Y es que, sí algo demostró la serie ante Itagüí es que cada minuto cuenta, cada detalle vale y, sobre todo, que los rivales tienen la misma que convicción que Santa fe: el título está cerca. Por eso la batalla que se viene tiene que encontrar a un equipo con los dientes apretados, que entienda que tiene cómo superar a su rival desde lo táctico y, también, desde lo emocional.

Nótese que hay que usar la palabra batalla en singular, porque todos los esfuerzos deben enfocarse al partido en Manizales, ni siquiera en la serie completa. Porque todo el esfuerzo se tiene que concentrar en los próximos 90 minutos, ni uno más. 

Wilsón Gutiérrez viene haciendo libretos para cada partido. Entiende cuáles son las necesidades del equipo respecto al contrincante y al escenario. Ha cambiado el módulo táctico del ya habitual 4-4-2, intentó el 4-3-1-2 y en varios pasajes de los partidos intentó 4-3-2-1, con el fin de hacer un juego más horizontal y proteger, con relevos, a los dos laterales (que dicho sea de paso tienen que mejorar).

Tener variantes posicionales hace que el equipo tenga respuestas ante los diferentes escenarios que imponen los partidos: caso concreto los cambios de resultado en el partido de ida de los cuartos de final. En todo caso, Gutiérrez ha mostrado muñeca y al igual que todo el equipo tiene todas las condiciones para seguir creciendo. 

El sistema de eliminación directa potencia la emoción, sí. Pero sacrifica el nivel de juego. Deja todo en manos de los momentos, todo cambia en cuestión de segundos. Echando mano a uno de los tantos lugares comunes del fútbol hay que decir que este tipo de enfrentamientos no se juegan bien, se ganan y así se tiene que enfrentar.

El próximo rival se hace fuerte en las bandas y se ha visto potenciado por el trabajo de un viejo conocido: Mario González que en su rol de 8 (acompañando al volante central) es el eje de la distribución (genera ese primer pase en ataque). La característica vertiginosa que tiene el juego de los de Manizales (sello de Juan Carlos Osorio) le genera a los rivales ventajas al momento de aprovechar los espacios a la espalda de los laterales, que salen en casi todos los intentos ofensivos.

De más está decir que, ambas series tienen altas complejidades, pero hay que mantener un pensamiento que se expuso, otras veces en esta misma columna: existen argumentos para la ilusión, pero faltan muchas batallas aún para ganar la guerra. 

A fuerza de golpes los hinchas de Santa Fe entienden que en tan sólo un minuto la ecuación, el partido o la actualidad pueden cambiar. Que de la alegría a la más profunda tristeza hay un tiro al ángulo desde Ibagué o un pitazo infame desde Chile, por eso es que cada minuto cuenta y por ahora, sólo por ahora hay que pensar en los 90 de Manizales.

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