Omar-Paraguay

Imagino la mirada cómplice entre Wilson Gutiérrez y Daniel Torres, mientras el DT anunciaba la salida de John Valencia y la entrada Jéfferson Cuero. Sabía, el volante, que el peso del partido, ante Cerro Porteño, caía sobre su espalda. Sabía, el técnico, que había que preparar al equipo para la contingencia de la desventaja.

Cambios, como el que hizo el técnico, no se deben medir por el resultado final. Hay que medirlos por la apuesta que se hace. De más está decir que, un DT con un cambio es como lanzar a una moneda al aire: existen las mismas posibilidades de acertar, como fallar.

Santa Fe supo mostrar sus virtudes, sus certezas y supo esconder sus debilidades, en el momento más importante de lo que va de este semestre. Porque el segundo tiempo del partido ante Cerro, en Paraguay (detalle no menor) fue uno de esos momentos que marcan el andar, los que marcan el rumbo.

El equipo hizo de la posesión su arma y minimizó al rival, con secuencias de pases de más de 3 minutos, por momentos. Recuperó el balón lejos del área y supo hacer las transiciones. Se apalancó en el impresionante rendimiento de Daniel Torres y, sobre todo, mantuvo el equilibrio defensivo con la línea de 4 atrás. Esas, son las virtudes que han construido, algunas, potenciado otras en estos pocos meses de competencia.

Además, escondió los defectos (que es tan importante como potenciar los aciertos), superó la falta de definición del delantero, -vale el punto: en un contexto como Liga, donde hay más revancha, las oportunidades perdidas son remediables, en Copa pueden ser sinónimo de eliminación-. Y se hizo fuerte en el juego aéreo en defensa, lo que ha sido el problema más notorio en los anteriores encuentros.

De esos momentos cruciales, como el segundo tiempo en Paraguay, estará marcado este semestre para Santa Fe. Y las curvas de rendimiento hacen de cada semana, de cada partido, una especie de electrocardiograma: curvas verdes que suben y bajan de acuerdo con el resultado, la jugada, el minuto, el segundo y la palabra que se diga.

De eso se trata este semestre: un conjunto de curvas que subirán hasta la euforia y bajarán hasta las palabras necias, esas que salen cuando el resultado no es el que se espera. Jugadores, cuerpo técnico y directivos saben, como pocos, la mentalidad cortoplacista donde las victorias pasan rápido y las derrotas se maximizan.

Santa Fe, en estos tres meses ha mostrado varias caras y, sobre todo varios rendimientos. Alternó rendimientos sobresalientes (caso segundo tiempo ante Nacional o Cerro Porteño), con momentos como el segundo tiempo ante Real Garcilaso. Lo importante es que se sabe cuáles son las armas, se mantiene una idea de juego, se encontró una nómina y una forma. El siguiente paso es la consolidación, en busca de los momentos cruciales que se vienen.

Por eso, redactar columnas sobre resultados en marzo es una quimera (más por los persecutores de coherencia de las palabras), cuando los resultados, los que interesan, llegarán hasta julio. De más está decir que hay que ir, como nunca, partido a partido, momento a momento, construyendo los resultados.

Al final de eso se trata: de tener respuestas ante la adversidad. Ante las contingencias que se vienen, que no serán pocas. Por eso me quedó con esa mirada cómplice que, imagino, hubo en el camerino, entre DT y volante, porque esas soluciones serán las que nos dejen la curva del electrocardiograma cardenal en la curva ascendente.

Por: William Rincón
Twitter: @wricon