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El 4 de marzo de 2012, Santa Fe jugó una final. Venía de empatar en El Campín y su funcionamiento estaba lejos de engranar. Los resultados no se condecían con la expectativa. Habían más dudas, que certezas sobre el futuro.

Una derrota significaba la salida del joven y poco carismático técnico. Los jugadores siempre hablaban de la comunión del grupo y el cuerpo técnico, parecía uno más, de los tantos lugares comunes que cada día regala el fútbol.

Aquella tarde, la historia cambió. Fue un empate que significó más que un punto, fue una demostración de valor y verdadera unión en el momento crítico. Los jugadores se revelaron ante la adversidad y respaldaron a su técnico en la cancha, como se debe.

Esa final fue en San Juan de Pasto, en el estadio Libertad. Fue un punto de quiebre, de esos pasan desapercibidos, pero que hubieran cambiado el libreto siguiente. La historia tiene la sana costumbre de repetirse, siempre.

Esta vez el contexto y la connotación es diferente, pero el fondo es el mismo: jugar mejor que el rival. Jugadores y cuerpo técnico en este semestre jugaron al fútbol, bien y mal, pero se dedicaron a jugar y los resultados están ahí. Superaron las adversidades propias de un torneo corto e irregular con una propuesta de juego clara, basada en la tenencia efectiva de balón y desahogo por los costados. Tan identificada es esta propuesta que, en pleno cuadrangular se cambió el módulo táctico y la tendencia no cambió, por el contrario mejoró.

La mejor forma para que jugadores y cuerpo técnico puedan soportar esta embestida de ilusión y ansiedad es entender que, ellos son sólo responsables por el Santa Fe del torneo apertura de 2012, de nada más. Ni de la historia, ni de aquellos 36 años, ni de las celebraciones adelantadas, ni de las palabras de los periodistas, ni los deseos de los hinchas.

Jugadores y cuerpo técnico son responsables de concretar un torneo, donde cada obstáculo fue superado con trabajo, con entrenamientos, con partidos bien jugados, simplemente con fútbol, puro y simple. No son responsables de nada más.

Sí, si jugadores y cuerpo técnico completan la maravillosa será un hito histórico. Ese es el último escenario que tienen que superar. Es el paso más corto, pero el más difícil: por el rival (que tiene tantos merecimientos y chances), por el contexto, por la situación y, sobre todo, por la reivindicación.

Como hincha (perdón por el uso necesario de la primera persona) tengo que afrontar la verdad más vieja y más dura del fútbol: los títulos los ganan los jugadores y los hinchas lo disfrutamos. Por más que quiera no puedo hacer nada para cambiar lo que se viene, simplemente hacer todo para acompañar, con mis cábalas, desde donde este. Es la dolorosa ley del fútbol.

Esta final es suya jugadores.

Quedan 10800 segundos. No queda más. No más palabras, no más columnas, queda la final, queda la historia, quedan una final contra Pasto, como aquella del 4 de marzo de 2012.

Por: William Rincón