Con cierta frecuencia aparece gente que me pregunta “¿a qué tribuna me aconseja ir en el Campín?”. Mi respuesta siempre es la misma: aunque lo importante es dejar de ser hinchas de televisión para ir a apoyar al equipo sin importar en qué tribuna sea, yo prefiero Oriental.

No sé si es porque mi papá siempre me llevó a esa tribuna desde la primera vez que fui al Nemesio. O si se debe a que el partido se ve igual de bien que en Occidental aunque las boletas cuesten la mitad.

De hecho, recientemente le he tomado todavía más cariño a Oriental debido al momento mágico en que despliegan la enorme bandera que dice “La Fuerza De Un Pueblo” cubriendo a la totalidad de la tribuna. Estar cubierto por esa (maloliente pero bella) bandera  lo hace sentir a uno como hincha al interior del corazón del León.

Cuando la bandera baja por completo y se comienza a inflar, es imposible no sentirse parte del cálido cuerpo de un felino que respira el orgullo de esos miles de hinchas que coreamos el nombre de nuestro equipo al unísono.

Mentiría si dijera que solamente he ido a Oriental durante toda mi vida. En algunas ocasiones me he dado el lujo de entrar a Occidental pero no me ha gustado. Es cierto, uno se siente un poco más cómodo. Los baños son más limpios y los pasillos, más amplios. Pero siempre salgo aburrido. En Occidental no se siente la misma pasión, el mismo sufrimiento, la misma angustia que vivimos los hinchas en Oriental.

En Occidental la gente casi no salta, ni canta, ni vocifera groserías cuando la pelota pega en el palo. Ni siquiera cuando en el estadio se canta “El que no salte, no es del León” se ve a más del 20 por ciento de Occidental saltando. Me atrevería a decir que la falta de pasión en Occidental, sin querer generalizar, se debe a la cantidad de colados que entran por esa tribuna: gente a la que le regalaron las boletas por cortesía, por un concurso o porque se hicieron pasar por “miembros de la prensa”. Cuando el equipo está jugando mal, en Occidental es donde primero comienzan a chiflar.

En cambio en Oriental uno sabe que la gente que está sentada al lado, la sudó para poder pagar su boletica. Y eso se siente. Cuando un jugador rival se lanza en plancha con los taches arriba contra uno de Santa Fe, el hincha de Oriental se levanta a protestar y no se vuelve a sentar hasta que el árbitro saca la tarjeta roja o al menos amarilla.

“Cuando un hombre hace el amor a una mujer, cobra venganza por todas las cosas que lo han derrotado en la vida”, dice Philip Roth en una de sus novelas. De la misma forma, en Oriental uno puede sentir cómo el hincha de fútbol cobra venganza por todas las cosas que lo han derrotado durante la semana cuando ve a su equipo salir vencedor.

¿Y las laterales sur y norte qué, se preguntará usted?… Bueno, allí también se siente mucha pasión. Pero tal vez más de la que mis oídos pueden soportar.

Por: Hernán Restrepo
Twitter: @Hrestrepo