Bedoyarebeldia

Decir que Vélez fue superior a Santa Fe, lejos de ser una crítica para los jugadores es una reivindicación para ellos, que ante la adversidad buscaron soluciones, muchas veces, saliéndose del libreto que en un principio habían diseñado.

En el fútbol, como en la vida, hay que adaptarse a escenarios poco favorables e intentar labrar caminos para lograr un objetivo común. Los argentinos pusieron contra la pared a este Santa Fe, que hasta ahora no había tenido que lidiar con un conjunto tan sólido. Pero contrario a resignarse a ser superados los jugadores intentaron, fueron y fueron. Cambiaron su acostumbrado toque horizontal por trazos largos. Toda una novedad.

Santa Fe tuvo que recurrir al pelotazo y la lucha por el rebote para poder liberarse, así sea por unos segundos, del asedio de un bloque consistente que por muchos momentos lo minimizó. Ese recurso, al que antes no accedían por convicción, fue una muestra de rebeldía ante la oscuridad. Una búsqueda de nuevos caminos, muchas veces infructuoso, sí.

De forma práctica, Gareca encargó al juvenil Francisco Cerro la labor de hacerle marca personal a Omar Pérez (de muy regular actuación). Con persecución y muchas faltas pequeñas lo sacó de circulación. Entonces, inteligente como es, Pérez se tiró a los costados para alejar la marca y dejar ese espacio libre para que fuera aprovechado por otro volante. (El problema fue que nadie se benefició del boquete).

Con la aduana del equipo neutralizada, la organización de las jugadas de ataque recayó en Bedoya, Quintero y con más regularidad en Centurión, que sin sonrojo alguno envió y envió pelotazos a ver si en la disputa del rebote se podría gestar alguna situación de peligro.

El otro recurso al que se acercó el equipo fue el pase en cortada (entre líneas) del volante central para que Rodas y Copete fungieran de poste, de válvula de escape, para darles tránsito a los volantes o laterales externos. En la mayoría perdieron con los centrales del rival, pero bastó una que ganó el 14 para generar la falta que significó no sólo el único gol rojo, también el único tiro real al arco.

A Vélez no le interesó la posesión de balón. Se hicieron fuertes en la presión y ganaban en las zonas justas, para luego crear peligro. Por eso, en la mayoría del segundo tiempo los arqueros hicieron parte del espectacular marco de público que estuvo en el estadio. Ocurrió ese manido momento del fútbol donde “el que quería no podía y el podía no quería”.

El gol llegó casi por decantación. Tiro libre propio, rebote perdido, central en ataque, desborde de lateral, centro atrás, definición correcta. Oratoria simple, para una anotación sencilla. Arrinconados, después de la expulsión de Bedoya (el mejor, lejos), el equipo luchó. Con los dientes apretados retrocedió. Entendió que la serie no se acaba ganando por mínima diferencia, entendió que la serie quedó abierta con el empate.

Resulta sencillo afirmar que muchos jugadores no tuvieron el rendimiento adecuado para un partido de la envergadura de la serie (hecho por demás cierto), pero en este tipo de circunstancias hay que valorar todo esfuerzo, por mínimo que fuera: Santa Fe caminó en dirección opuesta a sus predilecciones dentro de la cancha, conducido por un rival que se mostró más compacto, que hoy se siente superior. Pero los jugadores fueron rebeldes, no se acomodaron para la derrota, a punta de nuevos intentos tácticos (si quiere llámelos improvisaciones) y el compromiso que venimos resaltando logró seguir vivo, en una serie que yo calificaría de muy lejana.

El escenario en Argentina es menos que apremiante. Santa Fe, que en Bogotá sólo tuvo tres tiros al arco (uno desviado, otro centro rechazado y el gol) tiene la obligación hacer, como mínimo, un gol. Pero sobre todas las cosas tiene que intentar equiparar a la plantilla que, por lo menos en Bogotá, dejó la impresión de ser el más serio aspirante al título de la Copa.

Entonces, habrá que apelar a esa rebeldía que se percibió en varios momentos del partido de ida. Al final ¿quién le quita la ilusión a estos jugadores? Que se han ganado, a fuerza de disciplina, el derecho a luchar el pase a semifinales de un torneo internacional, mientras lo que parece más viable es el torneo local.

Por: William Rincón

@Wrincon