PandolfiHay cosas que el tiempo no borra del corazón de un hincha. El de los santafereños guarda el bigote y los goles de Pandolfi. 31 años sin dar la vuelta hacen que entre más años pasen, más se recuerde aquel equipo. Santa Fe del 75: el del último campeonato.

Sólo una campaña y Carlos Alberto Pandolfi, el argentino, ya levantaba la copa. Sostenía el máximo trofeo sustentado por sus 23 goles que le permitieron al equipo bogotano asegurar la sexta estrella. De Buenos Aires traía un prestigio goleador que sembró raíces por estas canchas y que no pudieron controlar el Camello Soto, Euclides González y el Boricua Zárate, defensores centrales curtidos en eso de opacar delanteros.

Gran delantero. Le hizo goles a Millonarios que lo empezaron a consagrar como ídolo, o ese al Deportivo Cali que marcó el despegue hacia el titulo en aquella final ante el Independiente Medellín que por una expulsión ante Junior se perdió de jugar. El máximo goleador ausente en el partido definitivo. Aun así viajó con el equipo. Por suerte, pudo verlo desde el banco, 90 minutos de sufrimiento alentando a los gritos. Queriendo cabecear y patear cada pelota. Aun más cuando el Medellín se puso arriba 1-0.

Las cosas del fútbol. Con los goles por fuera, aparecieron para redimir su angustia, compañeros de fierro como Alfonso Cañón que empato de penal y Héctor Javier Céspedes que liquidó el partido. Un 1-2 en el Atanasio Girardot que lo hizo fundirse en un abrazo que todavía lo emociona.

Esa noche no dormimos, fue un festejo con baile, con cantos que llevamos de la cancha al hotel Intercontinental. La llegada a Bogotá fue como la de todos los campeones, nos esperaban con una caravana de autos con banderas que nos acompañaron hasta la sede de Santa Fe. Una gran satisfacción”.

El 76 marco un año de transición. Una campaña apenas regular que coronó al Atlético Nacional de Oswaldo Zubeldía como el mejor de todos y a Santa Fe con el sexto lugar en la clasificación con 48 puntos.

El 77 se antojaba igual, pero un golazo suyo del que hay muchos mitos, le agrego emoción en la recta final. Jugaba contra el América con El Campín lleno. Alejandro Recúpero, uno de sus grandes compadres del gol, le puso un centro desde la derecha que el cambio por golazo con una palomita en el área. Una anotación sobre el final que le permitió a Santa Fe avanzar a las semifinales y sanear las finanzas.

«Íbamos perdiendo 2-1 faltando 8 minutos y con el empate no clasificábamos a la final, dos minutos después nos ponemos 2-2 y sobre el final viene mi gol de cabeza, un gol muy lindo y emotivo, porque América sacó del medio y se terminó el partido. Ese gol fue casi como un campeonato, porque la gente se metió dentro de la cancha y empezó a llevarnos en andas y se inundó el césped de hinchas. Ese partido es para muchos un recuerdo muy emotivo. Para mi es el de mayor trascendencia en los tres años que estuve en Santa Fe”.

Grandes amigos, muchos goles, una hinchada rendida a sus pies y una hija colombiana, pero la sangre tira y Buenos Aires estaba lejos. Adiós Santa Fe, gracias, pero hay que ir de vuelta a la Argentina. Temperley es el nuevo destino. Apenas siete partidos por un tendón que se cortó e hizo apurar el retiro, con apenas 33 años.