Aún es complicado definir con palabras todo lo que ha sucedido en las últimas horas. Primero, esa desconfianza con la que fui al estadio luego de tantas semifinales infortunadas; luego, esa ilusión que nació en todos después de ese remate de Copete para ganarle a la Equidad y meternos en la final.

La «tensa calma» y las ganas de ver el primer juego de la final en el que necesitábamos un buen resultado para mantener la ilusión; La furia con la que gritamos ese cabezazo de Quiñónes finalizando el primer tiempo del partido de ida en Pasto, que nos dejaba muy bien parados para la definición del título en Bogotá; La espera por conseguir una entrada bajo la lluvia capitalina;las horas de pie, el hambre, el sueño, la indignación. La profunda tristeza de ver al policía decir «se acabaron las boletas».

La rabia de ver a los revendedores lucrándose de la ilusión de los hinchas, y la frustración de no poder ver al equipo por no apoyar a la delincuencia.Llega el fin de semana, y no hay cabeza para nada más.

Esa infinita ansiedad, esa sensación de querer que el partido arranque, que la fiesta comience. La emoción, el orgullo de haber visto a Omar Sebastián Pérez, y el éxtasis cuando Copete conecta DE cabeza y la mete, de nuevo en el arco norte.

Veinte minutos de nerviosismo, desconfianza, impaciencia, y hasta miedo. Llegó el final, y era alegría por ver a mi equipo primero, era tristeza por no poder abrazar a aquel que me hizo hincha del león. Eran lágrimas sinceras, que mezclaban sentimientos que se acumularon durante años y años de espera.¡ERA LA SÉPTIMA!.

Muchos esperamos esta estrella durante toda la vida. La mayoría eran muy pequeños cuando lo vieron campeón por última vez, como es el caso de mi papá, pero hay algo cierto, y es que todos lo celebramos como si fuese la primera vez, como si fuese la última.

Inevitable pensar en la final de 2005 contra un Nacional superior (y un Aldo deecepcionante). O en el torneo 2007, en el que ocupamos el último puesto. El título de Copa en 2009 y el gol de Medina en el último minuto. El estadio lleno un jueves a las diez de la mañana, y la caída contra el Caldas.

Fueron muchos años y muchas campañas en las que mantuvimos la ilusión, y empezaban de cero año tras año.

Tal vez muchos de ustedes no comprendan lo que sentíamosel domingo en la noche, y a lo mejor ni siquiera nosotros lo entendamos por ahora, pero una nueva estrella ilumina el cielo de la capital colombiana, una estrella roja, anhelada y eterna.

SANTA FE es un grande, porque no necesitó «Gachas», «Escobares» o carteles de Cali para ganar las siete estrellas que luce con honor y orgullo en su escudo. Es un grande porque, hasta el domingo 15 de julio a las 6:00 de la tarde, tenía tres generaciones de hinchas que NUNCA lo habíamos visto dar una vuelta olímpica.

Gracias, mi querido y adorado abuelo, por hacerme hincha de este equipo. De nuevo, gracias, Santa Fe, GRACIAS CAMPEÓN!

Por: Juan David Rubio